Despedimos el año con una de las comparsas más internacionales del Carnaval de Cádiz. Hoy día, pocas agrupaciones trascienden en el tiempo. Sin embargo, Araka la Kana sí lo hizo, y sigue aún tan viva como en aquel 2007. Juan Carlos Aragón volvió a tocar la gloria tras muchos años de altibajos en cuanto a premios. Desde entonces, tampoco ha vuelto ha deslumbrar con un pelotazo como aquel.
Inspirada en la Araca la Cana -Al loro, la policía- uruguaya del Catusa, la séptima comparsa del autor fue la favorita desde la ronda de preliminares. Según narró Juan Carlos en sus crónicas en Diario de Cádiz, la comparsa nace de un fuerte sentimiento latinoamericano mamado desde joven. Por otro lado, intentaba copiar el soniquete de aquella murga uruguaya, que le recordaba a las comparsas de los años 70.
La excelente puesta en escena, el comedido acento uruguayo, la musicalidad y las habituales letras reivindicativas del autor, llevaron a esta agrupación en volandas durante un año que, para Aragón, le dio el "sentido definitivo a todo el tiempo que en mi vida le había dedicado al Carnaval".
Para algunos, la comparsa era un espectáculo de luz y color y poco más. Una cursilada con muy malos cuplés. Para la mayoría, en cambio, supuso el paso de las comparsas lúgubres de Aragón, a la alegría, que tan de moda pondría posteriormente Jesús Bienvenido. Alegría combinada con dos pasodobles claves: aquel en el que rectifica por su apología a las drogas en años anteriores y aquel en el recuerda el vil proceso de la colonización española de Sudamérica.
A pesar del favoritismo inicial y de que en todas las apuestas Araka la Kana era un primero, el premio definitivo no se decidió hasta la Gran Final. Y es que los de Juan Carlos sólo superaron por tres puntos a La Playa de los Secretos, de Joaquín Quiñones.
Tras el concurso, la comparsa viajó hasta la misma Uruguay, en un acto de hermanamiento institucional que acabó con las dos Arakas cantando en un mismo escenario. Lo que no terminaba de lograr la política, lo consiguió esta agrupación.
Con tanto éxito, el grupo se envenenó según ha explicado su autor varias veces. A muchos se les subió la fama a la cabeza y ya en las actuaciones, se observaba como los componentes iban menguando. Los Piojo, Zoleta, Óscar, el punteao, Pipiolo y algún que otro más, abandonarían el grupo antes de La Banda del Capitán Veneno.
Todo ello, sin embargo, no pudo empañar el legado de una comparsa aún no superada por Aragón a nivel de premios, ni por cualquier otro autor a nivel de originalidad. Una comparsa completa. Una agrupación que quedará en la memoria colectiva del carnavalero.
Inspirada en la Araca la Cana -Al loro, la policía- uruguaya del Catusa, la séptima comparsa del autor fue la favorita desde la ronda de preliminares. Según narró Juan Carlos en sus crónicas en Diario de Cádiz, la comparsa nace de un fuerte sentimiento latinoamericano mamado desde joven. Por otro lado, intentaba copiar el soniquete de aquella murga uruguaya, que le recordaba a las comparsas de los años 70.
La excelente puesta en escena, el comedido acento uruguayo, la musicalidad y las habituales letras reivindicativas del autor, llevaron a esta agrupación en volandas durante un año que, para Aragón, le dio el "sentido definitivo a todo el tiempo que en mi vida le había dedicado al Carnaval".
Para algunos, la comparsa era un espectáculo de luz y color y poco más. Una cursilada con muy malos cuplés. Para la mayoría, en cambio, supuso el paso de las comparsas lúgubres de Aragón, a la alegría, que tan de moda pondría posteriormente Jesús Bienvenido. Alegría combinada con dos pasodobles claves: aquel en el que rectifica por su apología a las drogas en años anteriores y aquel en el recuerda el vil proceso de la colonización española de Sudamérica.
A pesar del favoritismo inicial y de que en todas las apuestas Araka la Kana era un primero, el premio definitivo no se decidió hasta la Gran Final. Y es que los de Juan Carlos sólo superaron por tres puntos a La Playa de los Secretos, de Joaquín Quiñones.
Tras el concurso, la comparsa viajó hasta la misma Uruguay, en un acto de hermanamiento institucional que acabó con las dos Arakas cantando en un mismo escenario. Lo que no terminaba de lograr la política, lo consiguió esta agrupación.
Con tanto éxito, el grupo se envenenó según ha explicado su autor varias veces. A muchos se les subió la fama a la cabeza y ya en las actuaciones, se observaba como los componentes iban menguando. Los Piojo, Zoleta, Óscar, el punteao, Pipiolo y algún que otro más, abandonarían el grupo antes de La Banda del Capitán Veneno.
Todo ello, sin embargo, no pudo empañar el legado de una comparsa aún no superada por Aragón a nivel de premios, ni por cualquier otro autor a nivel de originalidad. Una comparsa completa. Una agrupación que quedará en la memoria colectiva del carnavalero.
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