Así se llamó la chirigota del Selu en el año 2000. Tras un año de ausencia en el teatro, estos simpáticos niños regresaban al Falla directos a un 6º puesto. ¿Merecido? Pues dado el gran nivel de chirigotas de aquel año- Los de Capuchino, Los rockeros de la Puebla o Flamenkito apaleao- y el hecho de cantar a las 7.30 de la mañana, podían darse por satisfechos. Este grupo, con varios primeros premios en su haber, no volverá a hacerse con uno hasta el 2004 con el mítico Lo que diga mi mujer.
Vestidos únicamente con pañales, estos niños de 2 años se presentan en una habitación a la que no le falta un detalle: un andador, tobogán , globos, peluches, biberones… todo por supuesto a escala. Si a esto le sumamos la magnífica interpretación, logran convencernos de que , verdaderamente, acaban de aprender “a pedir caca cuando ya se la han hecho”. Muy hablado, la música no es ninguna maravilla, pero tampoco les hace falta.
Los pasodobles casi de lo mejor de la actuación. Con distintas músicas a lo largo de los pases, tratan temas muy originales como Tengo un perro con “pidigrí”, uno dedicado a Andalucía donde critican que el gobierno les deje “en pañales” por falta de subvenciones o el de la abuela forofa del Carnaval, cantado en la final, a quien su madre le compró un champú “anticarpa”.
Los cuplés están quizás un escalón por debajo de los pasodobles. Aún así, las letras son bastante buenas y el estribillo pegadizo. Me quedo con el cuplé de la final: los papás tienen coches, las mamás garajes…y ahí van explicando cómo se hacen los niños. Buenísimo.
La variedad de música y el continuo juego con la interpretación hacen que el popurrí sea la pieza clave de estos niños. Cuentan sus peripecias en el anuncio de Iberia, donde les pegaron el pañal al suelo, el niño gordito y sus problemas con la comida… geniales. Aunque a veces se traben con la letra, es todo un mérito cantar simulando voces de niños durante todo el repertorio. No es de las mejores chirigotas del autor, ni de las más recordadas, pero la originalidad de la puesta en escena y la dificultad de la interpretación merecen un sitio en nuestra memoria.
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