miércoles, 14 de diciembre de 2011

Encajebolillos

Abrimos hoy un ciclo de primeros premios hasta que arranque el Carnaval de 2012. Y lo hacemos con uno de los mayores clásicos del mundo de la comparsa. Para muchos, es la mejor agrupación de la historia, para otros, la última gran joya de Antonio Martín. Algunos, incluso la ven por debajo de Calabazas, que ese año quedó en segundo lugar.

El caso es que se trata de una auténtica obra de arte representada por uno de los mejores grupos que se han formado en la historia del Carnaval de Cádiz. Forman su primera fila personajes de la talla de Catalino, Caracol, Juan Fernández, Mcgregor o Perico y en la dirección Pepe el Caja. Estos gitanillos vendedores de encajes cumplen ya 20 años, pero realmente nunca sonaron a nuevo.

Es una comparsa añeja, clásica, pero al tiempo tiene un ritmo picado propio de Martín. Peros tiene pocos, quizás cierta monotonía en el popurrí y el clásico chovinismo del autor. Su punto fuerte, sin duda es la afinación del grupo y el pasodoble, con un toque flamenco sublime. Le cantan a la piscina que iban a crean en el Balneario La Palma, al avance de la ciencia para poder elegir el físico de los niños a parir o el clásico piropo a Cádiz.

Fueron famosas las excelentes octavillas que hacía Mcgregor y las patillas que portaba cada componente. Martínez Ares, en sus crónicas en Diario de Cádiz, reconoció que aquello era "una barbaridad de comparsa, ganarle era casi imposible, por eso el segundo de Calabazas nos supo a primero". Juan Fernández, que fue componente de la histórica comparsa de Martín, comentó en sus Historias de un Pinturero que "hasta los cuplés levantaban el teatro. Aquello fue sobrenatural. Todo encajado. Todo perfecto. El grupo era un reloj". Si bien, recuerda que "la comparsa tuvo un año glorioso aunque mirando de reojo al niño que venía pegando fuerte".

Poco más que decir de una comparsa que al escucharla actualmente, puede sonar a demasiado viejo. Pero bastarán un par de audiciones para entender su calidad musical y la valentía de sus letras. Se entiende pues, como las agrupaciones de Carnaval van más allá de una fiesta y pueden mostrarse como una expresión artística del pueblo, aunque sin el arraigo comercial de otras artes.

Tras ese primer premio, comenzaría una pequeña travesía en el desierto para el autor hasta 1997 pero, para entonces, Martínez Ares y su grupo ya eran los favoritos.

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