Con camisas, chalecos, pantalones y tricornios llenos de arena se presentan estos navegantes del siglo XVIII que al conocer Cádiz se enamoran tanto que nunca más volverán a la mar para convertirse por siempre en arena. Este grupo, de nueva formación, llegaba desde Algeciras directos al Falla con un interesante tipo y con un conjunto de voces a veces colosal, a veces desmedido.
Con letra y música de Manuel Antonio Calderón traen una presentación cargada de fuerza e interpretación simulando, alegóricamente, la arena gaditana. Al fondo, las siluetas de los barcos veleros que atrás han dejado ya. Ahora se encuentran envueltos en estrellas de mar, algas y caracolas. El juego de voces magnífico aunque pueda sonar gritado.
En los pasodobles, sin embargo, defienden los altos con más delicadeza lo que, junto a una comprometida letra y una música agradable, llegan a erizar el vello. Homenaje a Enrique Villegas en uno de ellos o las vivencias de una madre que cuidando a su hijo tras sufrir éste un accidente de coche, vuelven a nacer los dos. Además, una pareja de abuelos recuerdan su vida aunque uno de ellos sufre Alzheimer.
Mientras en los cuples, cuentan historias y anécdotas haciendo tipo: los veraneantes pasan un día en la playa y aprovechan la ocasión para hacerles jugarretas con tal de que se marchen. Otros menos conseguidos, al día de la Paz y a los rumores en el carnaval. En el estribillo, rematado con el "comprendes mi niña, comprendes al fin, que yo me desmorone por ti" explican las razones por las que han abandonado su singladura.
Para terminar, lo más completo de esta comparsa. Un popurrí de fabulosas cuartetas en las que, incluso, introducen una flauta travesera y un clarinete. Sólos de percusión y coros de voces que arrancan el aplauso del público para contar historias que han vivido siendo arena. Hasta cuartos de final llegaron estos comparsistas que, si hubieran cuidado algo más los contraaltos, podrían haber lucido mucho más. Aún así, emocionan.
Con letra y música de Manuel Antonio Calderón traen una presentación cargada de fuerza e interpretación simulando, alegóricamente, la arena gaditana. Al fondo, las siluetas de los barcos veleros que atrás han dejado ya. Ahora se encuentran envueltos en estrellas de mar, algas y caracolas. El juego de voces magnífico aunque pueda sonar gritado.
En los pasodobles, sin embargo, defienden los altos con más delicadeza lo que, junto a una comprometida letra y una música agradable, llegan a erizar el vello. Homenaje a Enrique Villegas en uno de ellos o las vivencias de una madre que cuidando a su hijo tras sufrir éste un accidente de coche, vuelven a nacer los dos. Además, una pareja de abuelos recuerdan su vida aunque uno de ellos sufre Alzheimer.
Mientras en los cuples, cuentan historias y anécdotas haciendo tipo: los veraneantes pasan un día en la playa y aprovechan la ocasión para hacerles jugarretas con tal de que se marchen. Otros menos conseguidos, al día de la Paz y a los rumores en el carnaval. En el estribillo, rematado con el "comprendes mi niña, comprendes al fin, que yo me desmorone por ti" explican las razones por las que han abandonado su singladura.
Para terminar, lo más completo de esta comparsa. Un popurrí de fabulosas cuartetas en las que, incluso, introducen una flauta travesera y un clarinete. Sólos de percusión y coros de voces que arrancan el aplauso del público para contar historias que han vivido siendo arena. Hasta cuartos de final llegaron estos comparsistas que, si hubieran cuidado algo más los contraaltos, podrían haber lucido mucho más. Aún así, emocionan.
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